miércoles, 4 de febrero de 2009

AL AMPARO DE LA MISMA MIRADA

León era un Mastín de años cumplidos. Era canelo, grandullón… y como todos los mastines, tenía la mirada gravosa y callada. A la muerte de su amo de siempre, León quedó sin lindes que proteger, ni pies en los que guardar vigilias. Huérfano, vagó por caminos de hambre, y tuvo fatales encuentros con pastores trashumantes, que azuzaron a sus perros de rabia para que lo despedazaran con feroces dentelladas.
Juan Carlos Ruiz

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