El olor a humedad era intenso. Todo lo que tocaban estaba mojado. Hasta los escasos alimentos que conseguían ingerir tenían aquel inequívoco y desagradable sabor a moho. Todo lo que la vista podía alcanzar a través de las pequeñas ventanas de la cuarta planta, era agua, agua que les acompañaba desde hacía semanas.
Rosa María Hontoria
miércoles, 4 de febrero de 2009
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