Mis tías me besaban las mejillas entre las dos en la estación de trenes de San Justo, yo iba vestido con mis pantalones de fiesta marrones, mis zapatos recién lustrados y una camisa blanca; escuchaba cada consejo de mis tías como si fuesen éstos y no otros los pasos a seguir en la vida para tener éxito. Me dirigía a pasar mis vacaciones a la capital, en casa de la abuela Isabel. Nunca conocí a mis padres, pero ésa es otra historia.
Lucía Vicat
miércoles, 4 de febrero de 2009
EL CUADRO
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