Le coloqué la almohada sobre la cara, acerqué la pistola al cojín y apreté el gatillo. El disparo sonó débil, amortiguado por la almohada, pero las sábanas no tardaron en teñirse de rojo.
Robert Sendra
miércoles, 4 de febrero de 2009
EL ÚLTIMO ENCARGO
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario