Salgo del dormitorio al corredor en zapatillas –las viejas zapatillas de lana– para que nadie oiga mis pasos. La noche cae enseguida sobre mí. Hay tantas sombras en el pabellón sacerdotal, tantas, como si fueran vallas, una detrás de otra; imágenes fantasmales con forma de escuadra, viga o acequia, que crecen, se desintegran de repente mientras camino en puntillas hacia los pasillos del colegio y el corazón me estorba en el pecho de tan rápido que palpita.
Lourdes Barría
miércoles, 4 de febrero de 2009
LA NOCHE DE MILTON Y MILOSZ
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