miércoles, 4 de febrero de 2009

POR AMOR AL ARTE

Sentado en el suelo, mientras abrazaba sus rodillas y se balanceaba, Boris repetía sin cesar “Monet, Degas, Cezane, Van Gogh” y miraba las paredes de la habitación, con la pintura sucia y los rastros de las sórdidas historias que sólo pueden vivirse en una pensión de mala muerte de los barrios bajos de Zurich. Pero en esas paredes había algo más.
Ana Marín

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