En un momento lejano de mi vida, yo tomé pastillas para algo parecido a la locura. En aquella época mi madre, con sesenta y ocho años, se había vuelto a enamorar. El viejo tenía las orejas peludas y le gustaba darse palmadas en la barriga, para piropearla por lo bien que cocinaba. Desde que vi al Señor Simulos besarla apasionadamente en el sofá supe que era un embustero.
Rodrigo Díaz Cortez
miércoles, 4 de febrero de 2009
SEÑOR SIMULOS
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