Tras un justo juicio, el Ser Supremo mandó llamar al ente pecador. Era hora de dictar sentencia.
Habiendo asumido la responsabilidad de sus actos, el acusado se dispuso a acatar la pena que le fuera impuesta. Nada ya podía hacer ante la magnificencia del viejo sabio.
Tebu Guerra
miércoles, 4 de febrero de 2009
EL FALLO UNIVERSAL
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