Pocos minutos antes del alba, el fuego comenzó a propagarse, rápidamente, con una furia imparable que arrasaba todo a su paso. Desde la lejanía de una colina, unos ojos inundados en lágrimas contemplaban las llamaradas del incendio que devastaba la ciudad en el despertar de un nuevo día.
Mónica Alejandre
miércoles, 4 de febrero de 2009
LA CERERÍA
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