De repente, mi cuerpo quedó inmovilizado. La palma de su mano se apoyaba sobre la carne que cubría mi corazón. Mientras sus dedos, alargados, tamborileaban contra mi piel, sentí perfectamente una corriente de no-sé-qué, pero gélida, que me recorría.
Gabriel J. Martín
miércoles, 4 de febrero de 2009
LO QUE NUNCA NOS CONTARON
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